noviembre 28, 2012

La reelección de Obama



El Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama , ha recibido por segunda ocasión la oportunidad de reescribir la historia que él mismo, hace cuatro años, prometió iba a ser distinta.
Y lo ha sido, sin duda. Sólo que no como los propios estadounidenses pensaron que sería ni como Obama trató de hacerla.
Sobre la alfombra roja que recibió al primer presidente afroamericano de la historia presidencial de Estados Unidos quedan algunos restos de su carisma y oratoria, mucho de su capacidad de trabajo, pero, sobre todo, inmensos retos y desafíos no superados durante su primer mandato.
La reelección de Obama no es un voto de confianza, sino una oportunidad de enmienda. No sólo para el Partido Demócrata, sino también para el Republicano.

A la luz de los resultados, que son en definitiva los que marcan la diferencia en unas elecciones, Estados Unidos es hoy un país mucho más dividido y polarizado.

De ahí que el primero en salir a tender puentes y convocar a la unión de los dos partidos haya sido el propio Obama. Los estadounidenses aplicaron a rajatabla aquello de que "es mejor malo conocido, que bueno por conocer".
Entiéndase: en momentos de una lenta recuperación de la economía, la creación, mínima pero sostenida de más puestos de trabajo, un entorno internacional convulsionado en materia fiscal y de seguridad, era más lógico apostar por la continuidad de Obama, que volver a barajar con Romney.
Los estadounidenses fueron más fieles a la tradición, esto es, reelegir a su presidente, que al cambio, tantas veces ligado a la incertidumbre, que en el caso de Romney estaba más cercana a su imagen de empresario y multimillonario, que a la de Jefe de Estado.
No ha recibido Obama, en consecuencia, un cheque en blanco, sino un libro contable con muchos rojos. Algunos heredados de su antecesor, y otros con su propia rúbrica. No son las cifras fiscales ni los altos niveles de endeudamiento los que hablen por Obama.
Mucho menos los aliados que encontrará en el camino para superar los obstáculos.

Empezando por su propio Congreso, tan dividido como polarizado en torno a las recetas que el Presidente ha aplicado para paliar la crisis y que lo pusieron contra la pared en esta campaña electoral. Eso supone un cambio de estrategia, pero no la garantía de conseguir los objetivos.
Ahora más que nunca, los republicanos tratarán de apostarle al fracaso de los demócratas como opción para recuperar el poder de la Casa Blanca dentro de cuatro años, con todos los riesgos que eso implica para ellos mismos.

El mundo ha respirado con algo de alivio por la reelección de Obama, pero más por pragmatismo que por convicción.
No están claras las líneas que moverán el gobierno de Obama II, pero sí los riesgos de no cumplir las expectativas que demandan estos nuevos tiempos.

En lo interno, Estados Unidos no aceptará nada distinto a recuperar la economía en niveles suficientes para cubrir buena parte de los empleos perdidos, reducir el déficit fiscal y el sobreendeudamiento, sacar adelante la prometida reforma migratoria y asegurar que la Reforma a la Salud cumpla los preceptos de cobertura y calidad.
Si en la primera etapa no ocurrió, en esta será determinante para Obama mirar más de cerca y con mayor interés las posibilidades que representa América Latina para Estados Unidos. Hemos dejado de ser un problema y una carga para los estadounidenses para ser su mejor alternativa en lo económico y lo político.

Así lo está mostrando la historia. Ojalá el reelecto Presidente de Estados Unidos no desperdicie esta nueva oportunidad para reescribirla.

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